GIJON
Ciudad llena de vida y de luz.
Reflejo del temperamento del Cantábrico, en Asturias, en la denominada Costa Verde, Gijón proclama a los cuatro vientos la bienvenida al viajero que llega a la ciudad. Acogedora y bella, desordenada y pulcra, esta urbe tiene el encanto especial de prendar al más incrédulo. Los más escépticos, sólo tienen que probar.
Jovellanos nació en esta ciudad colorista e industrial de febril movimiento. Movimiento auspiciado por el carácter de sus gentes. Gentes que ven a luz, cada día, a un oculto pasado. En el barrio de Cimadevilla, de imprescidible visita, algunos vecinos aseguran que es allí, en Campa de Torres, donde comenzó el origen de este enclave costero. Aquí se encuentran las raíces gijonesas. "Pero los romanos se establecieron en el Cerro de Santa Catalina. Las excavaciones realizadas están desvelando como era la antigua ciudad de Gigia", asegura un viejo lobo de mar, mientras sostiene entre los labios un cigarrillo sin filtro. Y es cierto. Aún pueden contemplarse los restos de un complejo termal y lienzos de la antigua muralla.
La amnesia colectiva parece haber borrado las huellas de la historia de este pedazo de tierra asturiana durante algunos siglos. Se sabe de la escasez de población durante la monarquía asturiana y del abandono más absoluto durante dos centurias (X y XI). Y, posteriormente, las luchas entre la nobleza llevaron a la destrucción de la ciudad en el siglo XIV, siendo entonces incorporado el territorio a la corona.
Pero, el privilegiado emplazamiento no pasó inadvertido a los Reyes Católicos. Durante su reinado comienza a operar el puerto de Gijón, eje principal de la ciudad y bastión fundamental para comprender su historia futura.
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